Descenso del Ebro, Etapa 2 Logroño - Novillas

    Continúa el viaje, y esta vez empieza la etapa en Logroño, más bien en una viña entre Logroño y el aeropuerto en un meadro del río, la noche ha sido fría, y había mucha humedad dentro de la tienda, la lona está empapada, abro la cremallera y cuando salgo.. las bicicletas estaban repletas de caracoles!! si si, caracoles!! y no solo las bicicletas, la tienda tambien estaba llena de caracoles, nos desperezamos y recogemos el campamento, cuando aparece un trabajador de la compañía de agua que venía justo donde estábamos a localizar una avería, al vernos se sorprende pero no le parece extraño que hayamos pasado ahí la noche, con todo el equipaje listo volvemos a emprender la marcha, nuestro primer destino es Mendavia, donde llegamos en muy poco tiempo, allí aprovechamos para desayunar con más fuerzas, ya con las piernas calientes seguimos con la ruta, nuestro siguiente es Lodosa, aquí aprovechamos para parar en un supermercado y comprar comida, es bastante temprano y llevamos ya bastantes kilómetros, pero hay que seguir, vamos con un poco de retraso, la clave es acabar el cuarto día en Mequinenza y si nos entretenemos no llegaremos a tiempo. Salimos de Lodosa, nos mentalizamos de que el día va a ser muy duro, largo, caluroso y agotador, emprendemos la marcha y llegamos a Sartaguda, continuamos sin parar y nos ponemos en paralelo con un canal que nos hace la marcha mucho más llevadera, llegamos a San Adrián y sin parar continuamos hasta Azagra, el tiempo apremia, el sol se está haciendo insoportable y la ropa la llevamos completamente empapada de sudor, en Azagra nos hacemos una foto con un monumento homenaje a Miguel Indurain, se trada de la famosa Spada con la que batió el record de la hora en varias ocasiones, la peculiaridad que tiene esta bicicleta es que todos los tubos son espadas.

    Seguimos pedaleando y llegamos a Milagro, aquí buscamos un sitio alto, con sobra y ventilado para comer, si no el sol acabaría con nosotros, comemos en frente de la iglesia, y nada más comer, como es normal, nos sentimos muy cansados, el sol está pegando con muchísima fuerza y nos quedamos dormidos en unos bancos, esta siesta junto con la comida nos ayuda a coger fuerzas para continuar la marcha, saliendo de Milagro estábamos mirando un mapa cuando de repente apareció un simpático personaje con una bicicleta que nos pregunta hacia dónde vamos, le decimos que hacia Tudela y nos invita a ir con él, que nos iba a mostrar el camino pero que se desviaría llegado el desvío a Castejón, compartimos unos cuantos kilómetros pedaleando con él, nos cuenta que le encanta montar en bicicleta pero que hace ya unos años un coche le atropelló y estuvo bastante tiempo en coma, pero que se ha recuperado y siempre que puede se mueve con la bicleta, llevaba chaleco reflectante para que le vieran bien, y también un alambre a modo de asta de bandera con varias cintas del pilar atadas en la punta para que le vieran desde la distancia, también llevaba una radio colgada al cuello ya que no se pueden llevar auriculares mientras se monta en bicicleta y una especie de chichonera en el manillar, un personaje entrañable que nos ha marcado en este viaje. Varios kilómetros más adelante llegamos a Tudela, este tramo se hace muy duro, el sol es insoportable, por lo que nos vemos obligados a hacer una parada, aprovechamos a tomar un helado en la plaza donde sucede la simpática anécdota del granizado, la desvergüenza y la necesidad hizo que mi compañero cogiera un granizado de limón que se habían dejado sin consumir en otra mesa de la heladería donde estábamos, la verdad es que estar en un entorno donde nadie te conoce, llevar ya tres días sin ducharte y aparecer con una bicicleta con todas tus pertenencias a cuestas ayuda a que la gente comprenda que no lo haces porque te parezca una simpática gamberrada, si no que lo haces porque vas a saber aprovechar bastante bien aquello que van a tirar.

Continuamos la marcha, muy cansados pero con fuerzas y muchas ganas de aprovechar la tregua que nos dá el sol, los rayos son mucho más débiles y tenemos que espabilar para adelantar todo lo que podamos y encontrar un buen sitio para hacer noche, pasados unos cuantos kilómetros el camino llega al inicio del Canal Imperial de Aragón, esto nos motiva muchísimo, ya que sin GPS y moviéndonos gracias a las indicaciones de las gentes que nos vamos encontrando es un seguro de vida, sabemos que este canal entra a la misma ciudad de Zaragoza, pero esa ya será una batalla para otro día, de momento nosotros continuamos por el camino marcado bordeando el río. Pasamos Buñuel y Novillas, donde nos damos cuenta que está a punto de caer la noche, y que hay que apresurarse por buscar un lugar donde hacer noche, cuando de repente, saliendo del pueblo vemos una magnífica playa en el río, no nos lo podemos creer, los dos pensamos lo mismo, "hoy dormimos en la playa" tras sopesarlo un poco, nos damos cuenta de que es un poco arriesgado, nos puede ver cualquiera y podríamos tener problemas, así que preferimos montar la tienda entre los árboles al borde de la playa; allanamos el terreno, rodeamos de troncos la tienda, para escuchar si alguien se acercaba a la tienda por la noche, y nos fuimos a cenar a la orilla del río, en ese momento mi compañero abrió la mochila y sacó la mejor cena que podría imaginarme que acababa de comprar en Novillas, se trataba de una lata de caballa, media barra de pan, cien gramos de salchichón envasado al vacío, un calipo y una litrona, después de 150 kilómetros luchando contra el sol, no hay mejor lugar ni mejor manjar antes de pegar ojo.
Playa fluvial donde hicimos noche

Musica: La quiero a morir

    Con una canción digo lo que no se decir, teclear ni demostar


Descenso del Ebro, Etapa 1 Miranda de Ebro - Logroño


    Empieza el viaje, parece increíble, ha pasado ya un año desde la primera vez que nos juntamos para emprender una aventura similar, anteriormente fue Guadalajara-Santander, este año el reto es descender el Ebro, ruta que a priori no entraña ninguna dificultad, es bajar el curso del río todo el rato lo más pegado a él. La noche de antes nos dedicamos a revisar todo nuestro material, en primer lugar revisamos las bicicletas, luego el equipaje personal y finalmente el equipaje compartido (herramientas, cremas, barritas energéticas, geles..) parece que está todo, en menos de 5 horas nos despertamos y vamos al intercambiador de Avenida de América a coger el autobús que nos llevará a Miranda de Ebro. Nos levantamos, tomamos un buen desayuno y tras cargar la furgoneta y despedirnos de la familia emprendemos la marcha, ya en la estación nos encontramos con un par de ruteros que toman el mismo autobús que nosotros, su destino es Irún, van a hacer el Camino de Santiago, el autobús sale y tras varias horas de viaje llegamos a Miranda, allí nos cruzamos con el que se convirtió en nuestro compañero de viaje durante 5 días, el rio Ebro, el año pasado ya lo remontamos desde Quintanilla-Escalada hasta Reinosa, esta es la razón por la que decidimos hacer esta ruta desde Miranda, nada más llegar ponemos las bicis a punto y nos dirigimos hacia un supermercado donde comprar provisiones, encendemos el GPS y seguimos la ruta marcada, esto marcha! por fín! parece mentira que haya salido todo tan bien, después de más de un mes preparando todo ya estábamos en ruta, vaya sensación, no sabemos muy bien qué nos encontraremos, sólamente sabemos que tenemos más de 600 kilómetros por delante en los que sufriremos muchísimos percances y gozaremos de momentos maravillosos, tiempos que mataremos con conversaciones vanales o que símplemente los dedicaremos a disfrutar del paisaje y reflexionar sobre los motivos que nos han llevado hasta aquí. 

    Salimos de Miranda dirección Haro, pasamos por Ircio donde nos sorprende la estampa del municipio sobre el rio, con una iglesia a modo de mirador dominando el transcurso del río, en esta etapa de la ruta cruzamos muchísimas veces diferentes provincias, pasamos por Burgos, Alava, La Rioja e incluso Navarra, en algunos momentos nos llegamos a encontrar un tanto desorientados, pasamos una cantera antes de llegar a Haro y al pasar unos túneles las escarpadas montañas desaparecen del cauce del río y quedan a los lados, llegamos a Haro atravesando campos de viñedos y poco más alante tenemos el primer contratiempo, un grito de mi compañero me advierte de que ha pinchado, nos disponemos a arreglar el pinchazo y aprovecho el parón para ver en el GPS si vamos bien, en ese momento se funde la batería y nos despedimos del GPS para el resto de la ruta, estamos vendidos, pensamos, pero vimos que todo el camino que habíamos seguido estaba marcado con balizas que lo flanqueaban, no hay problema pensamos, pero hasta cuando podríamos seguir así? Continuamos la marcha, íbamos muy perdidos pero poco a poco siguiendo las balizas conseguimos llegar a San Vicente de la Sonsierra, aquí nos desviamos hacia Briones donde paramos a comer y a la vista de la situación, decidimos coger la carretera hasta Cenicero donde nos desviamos a Elciego, aquí pudimos contemplar la maravillosa bodega del Marqués de Riscal, una auténtica obra de arquitectura que no deja a nadie indiferente, seguimos las balizas del camino y sin saber exáctamente donde estábamos llegamos a La Puebla de Labarca, desde aquí lo mismo, seguimos las indicaciones del camino del Ebro y llegamos a Oyón, donde nos percatamos de que ya va siendo hora de buscar algún sitio para dormir, continuamos la marcha con ciertas dificultades para encontrar el camino a seguir y en una viña, entre Logroño y la pista del aeropuerto montamos los bártulos para dormir plácidamente en la que había sido la primera etapa de esta aventura, haciendo una distancia en el primer día de 100 kilómetros, no está nada mal considerando que habíamos salido de Miranda a las 13:00, ahora toca descansar y reponer fuerzas para el día siguiente, un día que se prevée duro y caluroso.

Bodega del Marqués de Riscal en Elciego

Un tiempo alejado

    La llegada del verano siempre supone una alegría, se aproximan las vacaciones, todo el mundo es feliz, sales a la calle y siempre hay gente en las terrazas, en los parques, paseando por la noche, disfrutando del aire fresco del atardecer... ese ambiente vacacional se propaga por todos nosotros, la pena es que si estás trabajando no puedes disfrutar de este entretiempo tan maravilloso, los madrugones persisten, y la sensación de cansancio que provoca el calor junto a la falta de apetito hacen que a veces no haya más remedio que dormir una buena siesta para recuperar fuerzas. Tal vez sea la llegada del verano la razón por la que llevo cierto tiempo sin escribir por aquí, o tal vez haya sido que he estado unos días de vacaciones, o que símplemente no he tenido un lugar tranquilo en el que poder concentrarme y escribir cómodamente en este mi cuaderno de bitácora, ahora retomo el ritmo y escribo lo que tengo anotado en hojas perdidas.